domingo, 7 de diciembre de 2014

EXPOSICIÓN HOMENAJE A ALFONSO VIII Y LEONOR DE PLANTAGENET






HOMENAJE A ALFONSO VIII Y LEONOR DE PLANTAGENET

EXPOSICIÓN DEDICADA AL BUEN REY ALFONSO Y LA REINA LEONOR, FUNDADORES DE LA CIUDAD DE CUENCA.

EL AYUNTAMIENTO DE CUENCA, LA CASA PALACIO, EL IDEC, LA UNED de Cuenca, UCLM, HAN CONSEGUIDO REUNIR A LOS MEJORES ARTISTAS DE HOY PARA LA CULMINACIÓN DE UN AÑO DE CELEBRACIONES ALFONSÍES EN EL 8º CENTENARIO DE LA MUERTE DEL REY. 

PRESIDIRÁ EL ACTO EL EXCMO. ALCALDE DE CUENCA, 
D. JUAN MANUEL ÁVILA FRÁNCÉS. 

Sera el Miércoles día 10 de Diciembre del año 2014 a las 19,30 en el Museo Casa Palacio, C/ Severo Catalina 11 (antigua Calle Pilares)




lunes, 10 de noviembre de 2014

Don Fernando, el infante conquense


El hijo de Doña Leonor de Plantagenet 


nacido en Cuenca hace 825 años

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico

El 29 de noviembre de 1189 nacía en Cuenca el Infante Don Fernando, hijo del Rey Alfonso VIII y Doña Leonor de Plantagenet.

Los padres de la reina fueron, la gran Leonor de Aquitania, por derecho propio duquesa de Aquitania y Guyena y condesa de Gascuña y reina consorte de Francia (1137-1152) y reina consorte de Inglaterra (1154-1189) y su padre Enrique II Plantagenet, Rey de Inglaterra, Duque de Normandía y Aquitania y Conde de Anjou. Emplearon a la joven Leonor de Plantagenet como pieza de ajedrez casándola con nuestro joven rey D. Alfonso VIII. Ella tenía 10 años y él 15. La mayoría de edad se tenía a los 14 años. Su matrimonio sirvió para reforzar nuestras fronteras con Francia.

Doña Leonor tuvo a lo largo de su vida diez hijos. Don Fernando  nació en Cuenca, fue el sexto, pues antes nacieron: Berenguela (1179-1246), Sancho (abril 1181 - julio 1181), Sancha (1182 -1184), Urraca (1186-1220), Blanca (1188-1252) y Don Fernando que nació el 29 de noviembre de 1189 y murió en Madrid el 14 de octubre de 1211, heredero de la Corona de Castilla. Y después nacieron: Mafalda de Castilla (1191-1204), Leonor (1190-1244), Constanza de Castilla (1195-1243) y Enrique (1204-1217) que sucedió a su padre, Alfonso VIII, con el nombre de Enrique I.

El nacimiento de Don Fernando vino a coincidir con la terminación de la guerra que sostenía Castilla con el reino de León, cuyo monarca pidió la paz ese mismo año, siendo una de la cláusulas de capitulación el matrimonio con la infanta Doña Berenguela, hija mayor de Alfonso VIII.


Escena de Alumbramiento según la Biblia Maciejowski (folio 19, hacia 1240).
Como la codicia no tiene límite, diré que Doña Berenguela había sido prometida con capítulos matrimoniales y firmados al hijo de Federico I, Emperador de Alemania, el apuesto Conrado Barbarroja; pero al nacer Don Fernando, que heredaba el trono de su padre se deshizo el acuerdo. De no haber sido varón el nacido, el trono lo hubiera heredado su hermana y Conrado hubiera sido rey consorte.

Es de suponer, que la ciudad de Cuenca celebraría el acontecimiento.  Aun cuando nada dicen las crónicas, que hasta ahora se conocen, de la fiesta con que se celebraron tales acontecimientos, es indudable que las hubo. Como eran tiempos de continuas batallas y con ello también eran aficionados a la buena y abundante mesa, es de suponer que aprovecharían el acontecimiento para aumentar el condumio de los varios yantares diarios, el almuerzo a la hora tercia, luego la merienda y después la comida del anochecer que tiempos más tarde la llamarían cena. Las mesas abundaría la carne de caza, entre platos de huevos, cuajadas y dulces irían los yantares que con sólo el cuchillo y la cuchara tomarían de las bandejas, al ser el tenedor mucho más moderno, aunque la gente bien, cumpliera los preceptos que luego había de ordenar Alfonso X para ser enseñada a los príncipes: “non les deben consentir que tomen el bocado con todos los cinco dedos de la mano, para que non les fagan grandes”.

Las actividades que se llevarían a cabo pudieron ser, los caballeros se divertirían bohordando o tirando con arco  y ballesta, sirviendo a la vez de distracción pública, mientras los plebeyos tiraban a la barra, lanzaban piedras o jugaban a los bolos y quién sabe si ya conocerían las vaquillas enmaromadas, que siempre fueron los conquenses aficionados a los toros y en el patio del Alcázar los disfrutaran.

¿Don Fernando se crió en Cuenca? No hay crónica que diga lo contrario, por lo que es de suponer que pasó su niñez en esta misma ciudad. Don Fernando alimentó las esperanzas de sus padres y de los súbditos con su valentía y buen carácter. Sin embargo, murió en 1211, con tan sólo veintidós años, tras una expedición  contra los musulmanes por Montánchez y Trujillo.

 ¿Se sabe algo más de Don Fernando? Si, al comienzo del siglo XIII el único enemigo que le quedaba a Alfonso VIII era los almohades. Había sufrido una derrota en Alarcos y es de suponer que tuviera sed de resarcimiento. La lucha contra musulmanes era una fuente de prestigio al estar apoyada por el Papa. Alfonso VIII decide no renovar la tregua con los Almohades en 1210 y prepararse para la confrontación. El infante Don Fernando, hijo de Alfonso VIII, era uno de los mayores partidarios de no renovar la tregua y escribió al Papa Inocencio III en 1210 explicándole sus deseos. El Papa responde en  diciembre de ese mismo año exhortando a los obispos hispanos a que predicaran desde los púlpitos la guerra y otorgaran a los participantes en la lucha los mismos derechos que a los cruzados, concediendo todo tipo de indulgencias y en marzo de 1211, el Papa amenaza de excomunión, por medio de una bula, a quien se atreva a atacar a otro reino cristiano inmerso en esta cruzada, finalizando los conflictos fronterizos que dividían a los reinos cristianos. Como se ve Don Fernando era un joven valiente que acompañaba a su padre en las batallas que se celebraron durante su existencia. En 1211 a su regreso murió en Madrid de fiebres. 

Las esperanzas que se pusieron en la persona de Don Fernando se fueron al traste, ocasionando un profundo dolor con su pérdida. A su muerte el trovador Guiraut de Calanson señala que Don Fernando era “agradable en toda acción” y “amable” en el aprecio tanto de la dama como del caudillo, como demuestra el planh (1*) de Guiraut de Calanson, las affabilitas (las virtudes) está bien documentada en la poesía trovadoresca de la corte de Alfonso VIII.



Escena cortesana, con trovador incluido,  según la Biblia Maciejowski (folio 26, hacia 1240).

Decían de Don Fernando: “Si Dios hubiera placido amar tanto a este mundo, debiera haber sido caudillo e guía, Fernando, el hermoso, el bueno, el agradable en toda acción, el liberal, el franco, el valiente y el amable, con el que parecía que fuesen compensadlos el Joven Rey, Ricardo el famoso y el conde Jaufré, los tres valiente hermanos, a quienes se parecía en cuerpo y facciones, y en magnanimidad y en ser padre de todos los bienes, que ahora es dolor de valentía y de generosidad”.  Como ves el planh (1*) destaca primero  la belleza del infante y luego afirma su parecido físico con sus tres tíos: Guillermo de Inglaterra, el famoso Ricardo Corazón de León y el conde Godofredo de Bretaña, cuya agradable presencia física se suponía.



Cuenca, noviembre de 2014



Fuentes:
-          (1*) Planh: Obra lírica.
-          “Leonor de Plantagenet y la consolidación castellana en el reino de Alfonso VIII”. José Manuel (2012).
-          Poesía juglaresca y juglares. Orígenes de las literaturas románicas. 1942. Madrid. Austral 1991.
-          “Curia y cortes en el reino de Castilla”. Las cortes de Castilla y León en la Edad Media. Vol.1 Valladolid: Cortes de Castilla y León, 1988.
-          Los trovadores en España. 1861. Barcelona CSIC, 1966

-          La Literatura en la corte de Alfonso VIII de Castilla. Antonio Sánchez Jiménez.

miércoles, 23 de julio de 2014

LA FORJA DE UN REY.




Michel Muñoz García 


Huérfano de padre y madre a una edad muy temprana, Alfonso VIII no conoció el calor de la familia y tuvo que crecer y formarse al calor una serie de tutores vinculados a la familia de los Castro y los Lara. Los primeros dominaban Castilla la Vieja con las tenencias de Burgos, Catrojeriz y Carrión, los segundos dominaban la Extremadura y el Reino de Toledo, además de Asturias.

Con apenas tres años, el Rey niño  fue encomendado por un moribundo rey Sancho III a quien también había sido su ayo: D. Gutierre Fernández de Castro, lo que equivalía a ostentar la regencia de Castilla. Sin embargo, la familia rival con D. Manrique Pérez de Lara, a la cabeza, no tardaron en manifestar su disconformidad. En principio, hubo una acuerdo y D. Gutierre entrego a la rey niño, a cambio de que se reconociera como superior y que en cualquier momento pudiera retornar la custodia a sus manos, sí así lo solicitaba.


En 1164, Alfonso VIII niño y D. Manrique Pérez de Lara atacó Huete, D. Fernando Pérez de Castro le plantó batalla, muriendo en la contienda el primero.


La fricción no se hizo esperar y los Castro buscaron el apoyo de Fernando II de León, tío del rey castellano, que no dudo en pasear sus huestes por el vecino reino siempre que fuera necesario. De hecho, D. Fernándo Rodríguez de Castro fue el mayordormo del monarca leonés. En julio de 1163, Fernando tenía la intención de que Alfonso le jurase vasallaje en Soria. Cuenta el Roddrigo Jiménez de Rada que entonces el niño rompió a llorar asustado, por lo cual fue retirado a una casa cercana. Ello fue aprovechado por el caballero Pedro Nuñez de Fuentemergil para llevárselo al castillo de San Esteban de Gormaz.



Puerta de Arrancacepas de Atienza.

Los Lara y los leoneses salieron en su persecución, adelantándose D. Nuño Pérez de Lara que recogió al Rey Alfonso y lo puso al cuidado de las gentes de Atienza y después a las de Ávila. D. Nuño se convertiría en cabeza de familia a la muerte de D. Manrique y tutor real. Durante cinco años sabría ganarse la confianza y afecto del monarca, pues le mantendría como uno de los principales de su gobierno hasta su muerte. Consiguió arrebatar la ciudad de Toledo a D. Fernando Rodrigo de Castro, para después caer prisionero y ser encerrado en Zorita. Sin embargo, Alfonso ya teía carácter de rey: no consintió el cautiverio de su ayo,  puso sitio a la plaza y consiguió la liberación de D. Nuño.


Murallas de Ávila según una postal de principios del S. XX. 


Tenía trece años y se había ganado ser coronado entre el 8 y el 11 de noviembre de 1169 al cumplir los 14 años, tal y como establecía el testamento de Sancho III. La ceremonia tuvo lugar en la iglesia de San Zoilo de Carrión de los Condes. Esta consistía en tomar las armas del altar y ceñirse el mismo la espada. El 11 de noviembre sería proclamado en Burgos. 

viernes, 18 de julio de 2014

EL NACIMIENTO DE UN NUEVO REINO DE CASTILLA


Michel Muñoz García 

Con la muerte de Alfonso I el Batallador de Aragón en 1134 se ponía fin a la ocupación del Reino de León. Fue cuando su monarca asumió la dignidad imperial que había intitulado a su abuelo el Alfonso VI y al propio Rey aragonés. La historia lo conocería como Alfonso VII y se denominaría Emperador de España. A  su coronación de 1135 acudieron García Ramírez de Navarra, el reyezuelo musulmán Zafadola, el conde de Barcelona de Ramón Berenguer IV y el conde Alfonso de Tolosa entre otros. Todos ellos rindieron vasallaje y en 1137 haría lo mismo Ramiro II de Aragón. 


Privilegium Imperatoris, documento de donación de un monasterio al abad Willelmus donde aparece a la derecha Alfonso VII el Emperador, escoltado por el mayordomo Ponce Giraldo de Cabrera, el abad Willelmus en el centro y los reyes Sancho y Fernando a la izquierda (The Hispanic Society of America, New York, B.16)


De este modo, la Chronica Adefonsis Imperatoris  afirmaba que los dominios de Alfonso Raimundez o Alfonso VII abarcaban desde el Océano, que está junto al Patrono Santiago,  hasta el río Rodano. Sin embargo, su autoridad era puramente nominal, sin poderes definidos y sin apenas capacidad de acción más allá de la negociación política.

Alfonso VII, Rey de Castilla y León según Jose María Rodriguez de Losada (1826-1896), Ayuntamiento de León.


Posiblemente esto hizo que el rey Alfonso VII que tanto se esforzó por la unión de las Españas reconociera de facto su fracaso al decidir la división de sus dominios reales en dos reinos. El primero y más pujante correspondería al infante Sancho nacido en 1133, mientras que León correspondería a Fernando que vino al mundo en 1137. La decisión de la partición sería tomada como muy pronto en 1148 y con seguridad  también se debió a los consejos interesados de D. Manrique de Lara y del tutor del futuro de Fernando II, D Fernando Pérez de Traba, Conde Galicia. A partir de este último año, los dos infantes constan como corregentes con el Emperador, siendo Sancho, Rey de Najera y Fernando rey de Galicia.

Corría el año 1155 y en una noche de viernes 11 de noviembre, día de San Martín, nació en Soria el hijo del todavía Rey de Nájera Sancho, que la historia conocería como Alfonso VIII. Su madre era Doña Blanca, hija del Rey de Navarra García Ramirez; poco después moriría de sobreparto. Por sus venas corría la sangre de Rodrigo Díaz, ya que era tataranieto del célebre Cid Campeador por parte de la casa navarra.

Dos años después, en 1157, moría Alfonso VII el Emperador a los pies de una encina cuando cruzaba el Puerto del Muradal. Su hijo Sancho III, ya rey de Castilla, procedió a dirigir las exequias y enterrarlo en la Catedral de Toledo ¿pero que Castilla era esta?.

Aunque buscó su legitimación en el pasado de los Condes de Castilla Fernán González y Sancho García, el nuevo reino era muy diferente a las tierras que ambos gobernaron, y que constituyeron el germen del reino de Fernando I y su hijo Sancho II en el S. XI. No obstante, la brevedad de sus mandatos sobre estas fronteras impidió la constitución de un organigrama político fuerte. El nuevo reino que ahora nacía tenía una extensión mucho mayor pues abarcaba el territorio castellano y el Reino Toledo, frente al nuevo reino de León, que abarcaba las tierras leonesas, el Reino de Galicia, Toro y Zamora.

Las fronteras castellanas abarcaban hasta los alfoces de Segovia y Ávila siendo la frontera en la antigua Via de la Plata o Calzada Quinea, para subir por la Tierra de Campos hasta Sahagun y Santillana del Mar en Asturias. Se incluía también toda la Rioja y parte del País Vasco. La línea fronteriza con el Islam desde Huete a Béjar hará que Castilla lleve el mayor peso en el proceso de Reconquista. 


Los Reinos de Castilla y León a la muerte de Alfonso VII el Emperador en 1157. A.A.V.V. (2012) Castros y Recintos Fortificados en las Fronteras de León en los S. XII y XIII. Junta de Castilla y León. 












domingo, 13 de julio de 2014




Exposición:

ALFONSO Y LEONOR:

El Reino, La Ciudad y La Vida. 


Inauguración: Lunes día 14 de Julio de 2014 a las 12 H. 

Excmo Alcalde la Ciudad de Cuenca, D. Juan Ávila Francés.

Teatro Auditorio de Cuenca, planta baja.





Organizan: Ayuntamiento de Cuenca, Teatro Auditorio de Cuenca, 
IDEC, Grupo de Recreación Conca y Fundación Globalcaja.

martes, 1 de julio de 2014





Tras la huella de Alfonso VIII en el octavo centenario de su muerte.
La Batalla de Huete de 1164


José María Rodriguez González



El 9 de julio hará 850 años de la Batalla de Huete entre los bandos de Los Castro y Los Lara. ¿Cómo fue esto?



Biblia de Maciejowski (hacia 1250). Miniatura, Folio 10, Los Israelistas son rechazados en Ai. 


Alfonso VIII nace en Soria en 1155, primer y único hijo del rey Sancho III de Castilla “el Deseado” y doña Blanca de Navarra, que falleció en el parto. En 1157 fallece su abuelo, el rey Alfonso VII dividiendo su reino entre sus hijos, Castilla para Sancho III y León para Fernando II. El 31 de agosto de 1158 fallece su padre, siendo declarado heredero al  trono. En ese momento Alfonso VIII contaba con 3 años de edad. Antes de morir Sancho III nombra como Custodio del Rey a D. Gutiérrez Fernández de Castro que había sido su ”ayo” y como Regente  a D. Manrique de Lara.

Los Lara no aceptan que la custodia de Alfonso VIII recaiga sobre Los Castro, maniobrando astutamente consiguen que  Gutiérrez Fernández de Castro les entregue al pequeño Rey, con la promesa de devolverlo en cuanto así lo requiera pero Los Lara no lo devuelven, comenzando un período de guerra civil entre ambas familias, multiplicándose los conflictos a lo largo de todo el territorio castellano.

Al hacerse cargo D. Manrique de Lara de la regencia, inician la persecución de los sobrinos de D. Gutiérrez, a los que quiso privar de todos los honores y de las tenencias de villas y ciudades. Como medio de defensa estas posesiones se pusieron en manos del rey de León, tío de Alfonso VIII, que también ambicionaba el trono castellano y por el que se declararon varias ciudades, entre ellas Toledo (1162).


Tanto Huete como Toledo estaba por D. Fernando Ruiz de Castro que obtiene importantes apoyos en el Arzobispado de Toledo. Los Lara juntaron tropas y se dirigieron a Huete con la intención de tomarla, a cuya defensa se dispuso Castro, encontrándose los dos ejércitos en el sitio llamado Los Burrucales entre Garcinarro y Huete, donde pelearon por ambas partes con gran tesón, fortalecidos los Lara con la presencia personal del Rey en su campamento, en el que recibió un mensaje de D. Fernando Ruiz de Castro, rogándole desistiere “de rompimiento y del derramamiento de sangre” que ya “cuando fuere mayor de edad le entregaría las ciudades que por tenencia de su padre tenía”, lo que tomado Los Lara como signo de cobardía, siendo contestado que no levantaría el campo sin prenderle o matarle, con lo que dio comienzo la batalla, durante la cual rompió Lara su lanza contra un escudero de Castro, tomándolo por éste y entonando “el victor”  por lo que hubo de descubrirse Castro y gritar “amigos, yo no soy el muerto” y arremetiendo contra D. Manrique le hirió de muerte de una lanzada. En marzo de 1166 se celebró el Sínodo de Obispos en Segovia, donde se confirmó a Alfonso VIII como futuro Rey de Castilla. Las ciudades castellanas poco a poco comienzan a reconocer a Alfonso como su Rey.




martes, 10 de junio de 2014

Curso: 

LA CONQUISTA DE CUENCA POR LOS CARLISTAS, CIENTO  CUARENTA AÑOS DESPUÉS, 1840-2014.


Organizan: UIMP (Universidad Interncacional Menendez Pelayo)

Colaboran: UNED de Cuenca, UCLM, IDEC, Fundación Globalcaja y Ateneo de Cuenca.

Cuenca 14, 15 y 16 de Julio de 2014.


El próximo día 15 de julio se van a cumplir los ciento cuarenta años de lo que se ha venido a llamar el “saco” o saqueo de Cuenca. En efecto, fue el 15 de julio de 1874 cuando un ejército formado por una cantidad cercana a los quince mil soldados carlistas, al mando del infante Alfonso Carlos de Borbón y Austria.  Este, el hermano del que para sus seguidores era Carlos VII, y de su esposa, María de las Nieves de Braganza, más conocida como doña Blanca, tomaron con sangre y fuego la ciudad del cáliz y la estrella. Los carlistas provocaron importantes sufrimientos entre sus pobladores y también entre los soldados liberales, que debían defenderla en condiciones de inferioridad. Se destruyó gran parte de la documentación histórica que se custodiaba en algunos edificios oficiales, entre toda ella la que hasta entonces había generado la Diputación Provincial, y, lo que es más importante, provocaron la muerte de un número considerable de personas, tanto entre los propios defensores como entre la desarmada población civil. También entre los invasores carlistas se produjo aproximadamente unas mil bajas, entre muertos y heridos. Se trata por tanto de uno de los períodos históricos más dolorosos, y también más olvidados, de la historia de Cuenca.





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jueves, 29 de mayo de 2014



PROLOGO 

al libro de Miguel Romero Saiz  

“Las juderías de Cuenca  y Guadalajara”

Antonio Herrera Casado






Todos sabemos que se leen pocos libros, cada vez menos. Y que de los pocos libros que se leen, el Prólogo no se lo lee casi nadie. Pero mi amigo Miguel Romero me pide que, por favor (y sin que sirva de precedente) le prologue este libro que a lo largo de los últimos años ha escrito, después de haber leído mucho, investigado otro tanto, y dádole al magín para recomponer con sentido una información lejana y heterogénea. Y yo no dudo en complacerle. Así es que aquí va este Prólogo que llega con el objetivo, simplemente, de abrirle la puerta al libro que acaba de llamar a nuestras manos.

El gran sabio y humanista Gregorio Marañón y Posadillo, llegó a escribir tantos prólogos que, cuando años después de su muerte mi paisano Alfredo Juderías se lió a editar las Obras Completas del médico madrileño, tuvo que reservar un tomo entero (unas mil páginas) para recogerlos todos. Con Marañón nacía, pues, el género prólogo como una de las vertientes contundentes y nítidas de la Literatura. A propósito de lo cual, el maestro de sabios decía que sólo le interesaban los prólogos como oportunidades para escribir, poco, sobre algún tema que no dominaba. Y, en todo caso, nunca haciendo el resumen del libro, ni el panegírico del autor, sino aportando su visión al tema. Su visión personal.

En este prólogo persigo la idea de alentar al lector a que entre en el mundo que el libro describe. Un mundo particular, lejano, pero aún vivo, el de los sefardíes, el de aquellos judíos que vivieron, conforme a su religión, en la España que ellos llamaban Sefarad, y que un día de 1492 tuvieron que abandonar, deprisa y corriendo, a la fuerza, desperdigando sus vidas, sus haciendas, y sus familias, por el ancho mundo. Abriendo un nuevo capítulo a la Diáspora. No voy a decir cómo el autor cuenta eso en su libro, ni quien sea Miguel Romero, al cual ya todos conocen, y más aún si han adquirido este libro y se disponen a leerlo.

Lo que sí quiero decir es que el mundo sefardí está muy vivo aún, de tal manera que cuando uno se acerca, aunque sea de refilón, a él, notará que emana un latido, un perfume especial, una fuerza evocadora y un rito cultural que impresionan. Yo tengo una amiga que vive en Estambul, Beki Bardabid por más señas, que aún siendo turca de pasaporte es española por sus ancestros. Que hizo años ha una tesis doctoral para la que algo ayudé, sobre los refranes que dicen las viejas al calor del fuego, aquellos refranes que don Iñigo López de Mendoza, el alcarreño marqués de Santillana, recogió en sus correrías castellanas mediado el siglo XV, y cuando leyó los textos del marqués y los comparó (ese era el objeto de su trabajo académico) con los refranes que se decían en su sociedad turco-sefardí, quedó asombrada de cuanto se parecían… esa es la esencia del sefardí (de la lengua y del sujeto) cuando uno lo conoce: es como si nos saludara un hálito fresco de la España remota, cuajado durante siglos en un habitáculo transparente del cielo, y nos desbordara en sonidos, en amabilidad, en intenciones.

En este libro, Romero entra con profundidad en la España antigua de los judíos. Se mueve como sólo un historiador de verdad sabe hacerlo (por eso ha conseguido recientemente el nombramiento de académico correspondiente en Cuenca de la Real Academia de la Historia) entre papeles viejos, bibliografías, memorias raptadas y conversaciones vivas. Después de recoger todo cuanto se puede saber sobre las aljamas de Cuenca, de Guadalajara, de Maqueda (y de Huete, de Hita, de Sigüenza y de Valdeolivas), sobre los encausados por el Santo Oficio de la Inquisición en los tribunales de Sigüenza y Cuenca, y sobre la increíble historia de la composición de la Biblia “de la Casa de Alba” que el alcarreño Moisés Arragel compuso en el siglo XV por encargo de Luis de Guzmán, el gran maestre de la Orden de Calatrava.

Y cuando ya nos ha dejado medio ciegos con tanta luz aportada, con tanto dato acumulado sobre la mesa, con tanto apellido caliente y tan alta cifra de sufrimientos, entra a narrarnos una aventura personal, que se hace novelesca en algunos momentos, y que nos muestra al autor como lo que es: un intelectual que sabe dónde va, a qué puertas llama y qué preguntas hace. El encuentro de Romero con Elías Canetti en su casa de Zürich, pocos años antes de que el escritor (Premio Nobel ya, el primero concedido a un sefardí) muriera, es una página, son muchas páginas cargadas de un clamor erudito, de una sabiduría gaya y espléndida, desbordando juventud y ganas de infinito. Romero, que es cronista oficial de Cañete, que fue un poco antes nacido en Cañete, que ama Cañete como nadie (de ahí sus Alvaradas contundentes y sonoras) se encontraba con el señor Cañete (Elías Canetti) que aun nacido en Bulgaria y errante, como todos los judíos, por los mundos de la pena, se consideraba parte de esa Sefarad a la que los españoles no hemos sabido cuidar porque nadie nos ha enseñado a hacerlo.
En este libro, que es grueso pero leve, surgen tantas fuentes de las que beber que nos parece pantanoso. El estudio de Moisés Arragel, el judío de Guadalajara, al que califica de “hombre honesto, inteligente, culto y laborioso” se ofrece como una mirada de profundo humanismo hacia un pasado que siempre ha dado miedo. ¿judío, español, comentarista de la Biblia, castellano…? La voz de los sefardíes se ha multiplicado por el mundo, siempre fuera de su Sefarad querida. Esa voz múltiple y hermosa, que Beki Bardavid ha recogido con mimo, que Margalit Matitihau ha puesto en sus versos dulces, que García Seror ha investigado a través de los manuscritos de su tatarabuelo Mardochée, que Eliyá Carmona ha buscado en viejos códices, se encuentra en este libro. Que al final -tras leer sus capítulos varios- demustra ser de una contundente estructura pensada y cuajada.

Como decía al principio, y como todos constatamos a diario, los libros se leen poco, cada vez menos. Y el esfuerzo de los autores por construirlos es apenas admirado, en nada correspondido: una tarea titánica, la de subir al papel, cada día, miles de palabras que al final nos vencen y nos tiran, cuesta abajo, hacia el abismo. Siempre quedan, sin embargo, libros como este de Miguel Romero, que salvan una idea antigua, un rumor leve de algo que casi pasó desapercibido. Tan suave todo, que solamente nos provoca un giro mínimo del cuello hacia atrás, hacia donde nos ha parecido oir esa música, esa noticia curiosa, esa voz que, sin embargo, se nos mete en el alma. Como la de Margarita Monasterio cuando nos dice: “Por la puerta yo pasí / te vide asentada / la yavedura yo bezí / como bezar la tu kara…”

Antonio Herrera Casado

Cronista Provincial de Guadalajara

martes, 27 de mayo de 2014




CANOGAR: FRENTE A LA NATURALEZA

Maria Fraile Yunta.
Profesora de la UNED, Centro de Cuenca, 
Historiadora del Arte.


“El silencio es la noche de la palabra” (Gaston Bachelard), el intervalo en el cual circula el aire dibujando una forma libre donde aflora la semilla de la memoria, el tiempo que asiste a la metamorfosis que se resiste a desprender la flor de la raíz, pues la Traza es de la sangre dejada en el ruedo mezclada con la sombra del gran cabrito al centellear sus ojos de furia incontrolada.

Para cruzar el Pórtico ha de atravesarse el Cigarral e instalarse en la línea del Horizonte donde contemplar la arquitectura invisible que sustenta el gesto innato al que lleva la expresión de un subconsciente trufado de intensidad...: “La modernidad no es la novedad, pues para ser realmente moderno hay que regresar al comienzo del comienzo (…)” (Octavio Paz).

¿Y cuál es el comienzo? “En la esencia de nuestra pintura informalista estaba la intensidad de Goya, la pincelada de Velázquez (…)” Y además, “éramos un grupo de acción”… (Rafael Canogar), pues el silencio es la noche de la palabra que cede el paso a la acción pese a que ya no haya acción en el campo de batalla del color, donde el ritmo ya no es el de un paso colectivo con afán de subversión.

La materia está viva y en ella se desata la furia creativa que conduce a la exploración de los sentidos, de la emoción que produce en la conciencia bipolar el color liberado de la cualidad descriptiva y henchido de nada más que de la luz que refleja el pigmento sobre el Paisaje que divaga entre la acción inconsciente y automática y la armonía implícita en la naturaleza.





Mondrian en el Altar junto a Rotko, en Horizonte junto al monstruo, en Pompa junto a la corriente que arrastra el tronco del Paisaje multicolor donde las algas se mezclan con el cieno que chorrea la pócima del aquelarre donde la alquimia se debate entre la razón y la expresión, la locura y la cordura.

“Canogar ha absorbido la aportación de Pollock, Still, Rotko a la manera española, es decir, creando una pintura llena de resonancias a la naturaleza que es revelada a través de una austera y jugosa dicción pictórica” (Manuel Conde) poblada de horizontales y verticales que dotan a la expresión de una armonía enfrentada a aquel color que tiñe una superficie plana sin referente empírico que asimilar y -por ende- responsable de la existencia de una emoción pura.

“El silencio es la noche de la palabra” (G. Bachelard), el intervalo en el cual circula el aire dibujando una forma libre donde aflora la semilla de la memoria, pero también el Estadio en el que enmudecer frente al Altar ante el cual la emoción divaga  entre la acción incontrolada y trascendida por la Fisura inherente a la mente postrada frente a la naturaleza sublime.

viernes, 23 de mayo de 2014



  


Mayo, Mes de la Música

CORO DE CÁMARA “ALONSO LOBO”

Domingo 25 de mayo de 2014

12:00 h.

ANTIGUA IGLESIA DE SAN MIGUEL

PROGRAMA

MÚSICA EN LA ÉPOCA DE ALFONSO VIII

CODEX CALISTINUS
Dum pater familias
Annua gaudia
Congaudeant Chatolici
O Adjutor qui subvenis

LLIBRE VERMELL
O Virgo splendens
Stella splendens in monte
Mariam Matrem
Polorum Regina
Cunti simus
Laudemus Virginem
Splendes ceptigera
Los set gotxs
Imperayrirtz de la ciutat joyosa
Ad mortem festinamus

CORO DE CÁMARA “ALONSO LOBO”

Flautas de pico, aulos y cuerno:
Silvia Rodríguez Ariza
José Menéndez Galván

Percusión:
Francisco Manzanaro Landete

Sopranos:
Carmen Pilar Caruda de Juanas
María Luisa Ladrón de Guevara
Marta Martínez Racionero
Sofía Valero Serrano
Pilar Garrote Yunta

Contraltos:
María del Carmen Panadero Jiménez
Luz Angustias Caruda de Juanas
Leticia Prieto Ortiz

Tenores:
Rafael Ladrón de Guevara
Ángel Alonso Osma
Carlos García Terroba

Bajos:
Carlos Cerveró Santiago
Manuel Jarabo Bueno
José Miguel Iborra Pérez

DIRECTOR:
Luis Carlos Ortiz Izquierdo