Michel Muñoz García
Con
la muerte de Alfonso I el Batallador de Aragón en 1134 se ponía fin a la
ocupación del Reino de León. Fue cuando su monarca asumió la dignidad imperial
que había intitulado a su abuelo el Alfonso VI y al propio Rey aragonés. La
historia lo conocería como Alfonso VII y se denominaría Emperador de España. A su
coronación de 1135 acudieron García Ramírez de Navarra, el reyezuelo musulmán
Zafadola, el conde de Barcelona de Ramón Berenguer IV y el conde Alfonso de Tolosa entre otros. Todos
ellos rindieron vasallaje y en 1137 haría lo mismo Ramiro II de Aragón.
Privilegium Imperatoris, documento de donación de un monasterio al abad
Willelmus donde aparece a la derecha Alfonso VII el Emperador, escoltado por el
mayordomo Ponce Giraldo de Cabrera, el abad Willelmus en el centro y los reyes
Sancho y Fernando a la izquierda (The Hispanic Society of America, New York, B.16)
De
este modo, la Chronica Adefonsis
Imperatoris afirmaba que los
dominios de Alfonso Raimundez o Alfonso VII abarcaban desde el Océano, que está junto al Patrono
Santiago, hasta el río Rodano. Sin
embargo, su autoridad era puramente nominal, sin poderes definidos y sin apenas
capacidad de acción más allá de la negociación política.
Alfonso VII, Rey de Castilla y León según Jose María Rodriguez de Losada (1826-1896), Ayuntamiento de León.
Posiblemente esto hizo que el rey Alfonso VII que tanto se esforzó por la unión de las Españas reconociera de facto su fracaso al decidir la división de sus dominios reales en dos reinos. El primero y más pujante correspondería al infante Sancho nacido en 1133, mientras que León correspondería a Fernando que vino al mundo en 1137. La decisión de la partición sería tomada como muy pronto en 1148 y con seguridad también se debió a los consejos interesados de D. Manrique de Lara y del tutor del futuro de Fernando II, D Fernando Pérez de Traba, Conde Galicia. A partir de este último año, los dos infantes constan como corregentes con el Emperador, siendo Sancho, Rey de Najera y Fernando rey de Galicia.
Corría el año 1155 y en una noche de viernes 11 de noviembre, día de San Martín, nació en Soria el hijo del todavía Rey de Nájera Sancho, que la historia conocería como Alfonso VIII. Su madre era Doña Blanca, hija del Rey de Navarra García Ramirez; poco después moriría de sobreparto. Por sus venas corría la sangre de Rodrigo Díaz, ya que era tataranieto del célebre Cid Campeador por parte de la casa navarra.
Alfonso VII, Rey de Castilla y León según Jose María Rodriguez de Losada (1826-1896), Ayuntamiento de León.
Posiblemente esto hizo que el rey Alfonso VII que tanto se esforzó por la unión de las Españas reconociera de facto su fracaso al decidir la división de sus dominios reales en dos reinos. El primero y más pujante correspondería al infante Sancho nacido en 1133, mientras que León correspondería a Fernando que vino al mundo en 1137. La decisión de la partición sería tomada como muy pronto en 1148 y con seguridad también se debió a los consejos interesados de D. Manrique de Lara y del tutor del futuro de Fernando II, D Fernando Pérez de Traba, Conde Galicia. A partir de este último año, los dos infantes constan como corregentes con el Emperador, siendo Sancho, Rey de Najera y Fernando rey de Galicia.
Corría el año 1155 y en una noche de viernes 11 de noviembre, día de San Martín, nació en Soria el hijo del todavía Rey de Nájera Sancho, que la historia conocería como Alfonso VIII. Su madre era Doña Blanca, hija del Rey de Navarra García Ramirez; poco después moriría de sobreparto. Por sus venas corría la sangre de Rodrigo Díaz, ya que era tataranieto del célebre Cid Campeador por parte de la casa navarra.
Dos
años después, en 1157, moría Alfonso VII el Emperador a los pies de una encina
cuando cruzaba el Puerto del Muradal. Su hijo Sancho III, ya rey de Castilla,
procedió a dirigir las exequias y enterrarlo en la Catedral de Toledo ¿pero que
Castilla era esta?.
Aunque
buscó su legitimación en el pasado de los Condes de Castilla Fernán González y
Sancho García, el nuevo reino era muy diferente a las tierras que ambos
gobernaron, y que constituyeron el germen del reino de Fernando I y su hijo
Sancho II en el S. XI. No obstante, la brevedad de sus mandatos sobre estas
fronteras impidió la constitución de un organigrama político fuerte. El nuevo
reino que ahora nacía tenía una extensión mucho mayor pues abarcaba el
territorio castellano y el Reino Toledo, frente al nuevo reino de León, que
abarcaba las tierras leonesas, el Reino de Galicia, Toro y Zamora.
Las
fronteras castellanas abarcaban hasta los alfoces de Segovia y Ávila siendo la
frontera en la antigua Via de la Plata o Calzada Quinea, para subir por la
Tierra de Campos hasta Sahagun y Santillana del Mar en Asturias. Se incluía
también toda la Rioja y parte del País Vasco. La línea fronteriza con el Islam
desde Huete a Béjar hará que Castilla lleve el mayor peso en el proceso de
Reconquista.
Los Reinos de
Castilla y León a la muerte de Alfonso VII el Emperador en 1157. A.A.V.V.
(2012) Castros y Recintos Fortificados en las Fronteras de León en los S. XII y
XIII. Junta de Castilla y León.
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