jueves, 29 de mayo de 2014



PROLOGO 

al libro de Miguel Romero Saiz  

“Las juderías de Cuenca  y Guadalajara”

Antonio Herrera Casado






Todos sabemos que se leen pocos libros, cada vez menos. Y que de los pocos libros que se leen, el Prólogo no se lo lee casi nadie. Pero mi amigo Miguel Romero me pide que, por favor (y sin que sirva de precedente) le prologue este libro que a lo largo de los últimos años ha escrito, después de haber leído mucho, investigado otro tanto, y dádole al magín para recomponer con sentido una información lejana y heterogénea. Y yo no dudo en complacerle. Así es que aquí va este Prólogo que llega con el objetivo, simplemente, de abrirle la puerta al libro que acaba de llamar a nuestras manos.

El gran sabio y humanista Gregorio Marañón y Posadillo, llegó a escribir tantos prólogos que, cuando años después de su muerte mi paisano Alfredo Juderías se lió a editar las Obras Completas del médico madrileño, tuvo que reservar un tomo entero (unas mil páginas) para recogerlos todos. Con Marañón nacía, pues, el género prólogo como una de las vertientes contundentes y nítidas de la Literatura. A propósito de lo cual, el maestro de sabios decía que sólo le interesaban los prólogos como oportunidades para escribir, poco, sobre algún tema que no dominaba. Y, en todo caso, nunca haciendo el resumen del libro, ni el panegírico del autor, sino aportando su visión al tema. Su visión personal.

En este prólogo persigo la idea de alentar al lector a que entre en el mundo que el libro describe. Un mundo particular, lejano, pero aún vivo, el de los sefardíes, el de aquellos judíos que vivieron, conforme a su religión, en la España que ellos llamaban Sefarad, y que un día de 1492 tuvieron que abandonar, deprisa y corriendo, a la fuerza, desperdigando sus vidas, sus haciendas, y sus familias, por el ancho mundo. Abriendo un nuevo capítulo a la Diáspora. No voy a decir cómo el autor cuenta eso en su libro, ni quien sea Miguel Romero, al cual ya todos conocen, y más aún si han adquirido este libro y se disponen a leerlo.

Lo que sí quiero decir es que el mundo sefardí está muy vivo aún, de tal manera que cuando uno se acerca, aunque sea de refilón, a él, notará que emana un latido, un perfume especial, una fuerza evocadora y un rito cultural que impresionan. Yo tengo una amiga que vive en Estambul, Beki Bardabid por más señas, que aún siendo turca de pasaporte es española por sus ancestros. Que hizo años ha una tesis doctoral para la que algo ayudé, sobre los refranes que dicen las viejas al calor del fuego, aquellos refranes que don Iñigo López de Mendoza, el alcarreño marqués de Santillana, recogió en sus correrías castellanas mediado el siglo XV, y cuando leyó los textos del marqués y los comparó (ese era el objeto de su trabajo académico) con los refranes que se decían en su sociedad turco-sefardí, quedó asombrada de cuanto se parecían… esa es la esencia del sefardí (de la lengua y del sujeto) cuando uno lo conoce: es como si nos saludara un hálito fresco de la España remota, cuajado durante siglos en un habitáculo transparente del cielo, y nos desbordara en sonidos, en amabilidad, en intenciones.

En este libro, Romero entra con profundidad en la España antigua de los judíos. Se mueve como sólo un historiador de verdad sabe hacerlo (por eso ha conseguido recientemente el nombramiento de académico correspondiente en Cuenca de la Real Academia de la Historia) entre papeles viejos, bibliografías, memorias raptadas y conversaciones vivas. Después de recoger todo cuanto se puede saber sobre las aljamas de Cuenca, de Guadalajara, de Maqueda (y de Huete, de Hita, de Sigüenza y de Valdeolivas), sobre los encausados por el Santo Oficio de la Inquisición en los tribunales de Sigüenza y Cuenca, y sobre la increíble historia de la composición de la Biblia “de la Casa de Alba” que el alcarreño Moisés Arragel compuso en el siglo XV por encargo de Luis de Guzmán, el gran maestre de la Orden de Calatrava.

Y cuando ya nos ha dejado medio ciegos con tanta luz aportada, con tanto dato acumulado sobre la mesa, con tanto apellido caliente y tan alta cifra de sufrimientos, entra a narrarnos una aventura personal, que se hace novelesca en algunos momentos, y que nos muestra al autor como lo que es: un intelectual que sabe dónde va, a qué puertas llama y qué preguntas hace. El encuentro de Romero con Elías Canetti en su casa de Zürich, pocos años antes de que el escritor (Premio Nobel ya, el primero concedido a un sefardí) muriera, es una página, son muchas páginas cargadas de un clamor erudito, de una sabiduría gaya y espléndida, desbordando juventud y ganas de infinito. Romero, que es cronista oficial de Cañete, que fue un poco antes nacido en Cañete, que ama Cañete como nadie (de ahí sus Alvaradas contundentes y sonoras) se encontraba con el señor Cañete (Elías Canetti) que aun nacido en Bulgaria y errante, como todos los judíos, por los mundos de la pena, se consideraba parte de esa Sefarad a la que los españoles no hemos sabido cuidar porque nadie nos ha enseñado a hacerlo.
En este libro, que es grueso pero leve, surgen tantas fuentes de las que beber que nos parece pantanoso. El estudio de Moisés Arragel, el judío de Guadalajara, al que califica de “hombre honesto, inteligente, culto y laborioso” se ofrece como una mirada de profundo humanismo hacia un pasado que siempre ha dado miedo. ¿judío, español, comentarista de la Biblia, castellano…? La voz de los sefardíes se ha multiplicado por el mundo, siempre fuera de su Sefarad querida. Esa voz múltiple y hermosa, que Beki Bardavid ha recogido con mimo, que Margalit Matitihau ha puesto en sus versos dulces, que García Seror ha investigado a través de los manuscritos de su tatarabuelo Mardochée, que Eliyá Carmona ha buscado en viejos códices, se encuentra en este libro. Que al final -tras leer sus capítulos varios- demustra ser de una contundente estructura pensada y cuajada.

Como decía al principio, y como todos constatamos a diario, los libros se leen poco, cada vez menos. Y el esfuerzo de los autores por construirlos es apenas admirado, en nada correspondido: una tarea titánica, la de subir al papel, cada día, miles de palabras que al final nos vencen y nos tiran, cuesta abajo, hacia el abismo. Siempre quedan, sin embargo, libros como este de Miguel Romero, que salvan una idea antigua, un rumor leve de algo que casi pasó desapercibido. Tan suave todo, que solamente nos provoca un giro mínimo del cuello hacia atrás, hacia donde nos ha parecido oir esa música, esa noticia curiosa, esa voz que, sin embargo, se nos mete en el alma. Como la de Margarita Monasterio cuando nos dice: “Por la puerta yo pasí / te vide asentada / la yavedura yo bezí / como bezar la tu kara…”

Antonio Herrera Casado

Cronista Provincial de Guadalajara

martes, 27 de mayo de 2014




CANOGAR: FRENTE A LA NATURALEZA

Maria Fraile Yunta.
Profesora de la UNED, Centro de Cuenca, 
Historiadora del Arte.


“El silencio es la noche de la palabra” (Gaston Bachelard), el intervalo en el cual circula el aire dibujando una forma libre donde aflora la semilla de la memoria, el tiempo que asiste a la metamorfosis que se resiste a desprender la flor de la raíz, pues la Traza es de la sangre dejada en el ruedo mezclada con la sombra del gran cabrito al centellear sus ojos de furia incontrolada.

Para cruzar el Pórtico ha de atravesarse el Cigarral e instalarse en la línea del Horizonte donde contemplar la arquitectura invisible que sustenta el gesto innato al que lleva la expresión de un subconsciente trufado de intensidad...: “La modernidad no es la novedad, pues para ser realmente moderno hay que regresar al comienzo del comienzo (…)” (Octavio Paz).

¿Y cuál es el comienzo? “En la esencia de nuestra pintura informalista estaba la intensidad de Goya, la pincelada de Velázquez (…)” Y además, “éramos un grupo de acción”… (Rafael Canogar), pues el silencio es la noche de la palabra que cede el paso a la acción pese a que ya no haya acción en el campo de batalla del color, donde el ritmo ya no es el de un paso colectivo con afán de subversión.

La materia está viva y en ella se desata la furia creativa que conduce a la exploración de los sentidos, de la emoción que produce en la conciencia bipolar el color liberado de la cualidad descriptiva y henchido de nada más que de la luz que refleja el pigmento sobre el Paisaje que divaga entre la acción inconsciente y automática y la armonía implícita en la naturaleza.





Mondrian en el Altar junto a Rotko, en Horizonte junto al monstruo, en Pompa junto a la corriente que arrastra el tronco del Paisaje multicolor donde las algas se mezclan con el cieno que chorrea la pócima del aquelarre donde la alquimia se debate entre la razón y la expresión, la locura y la cordura.

“Canogar ha absorbido la aportación de Pollock, Still, Rotko a la manera española, es decir, creando una pintura llena de resonancias a la naturaleza que es revelada a través de una austera y jugosa dicción pictórica” (Manuel Conde) poblada de horizontales y verticales que dotan a la expresión de una armonía enfrentada a aquel color que tiñe una superficie plana sin referente empírico que asimilar y -por ende- responsable de la existencia de una emoción pura.

“El silencio es la noche de la palabra” (G. Bachelard), el intervalo en el cual circula el aire dibujando una forma libre donde aflora la semilla de la memoria, pero también el Estadio en el que enmudecer frente al Altar ante el cual la emoción divaga  entre la acción incontrolada y trascendida por la Fisura inherente a la mente postrada frente a la naturaleza sublime.

viernes, 23 de mayo de 2014



  


Mayo, Mes de la Música

CORO DE CÁMARA “ALONSO LOBO”

Domingo 25 de mayo de 2014

12:00 h.

ANTIGUA IGLESIA DE SAN MIGUEL

PROGRAMA

MÚSICA EN LA ÉPOCA DE ALFONSO VIII

CODEX CALISTINUS
Dum pater familias
Annua gaudia
Congaudeant Chatolici
O Adjutor qui subvenis

LLIBRE VERMELL
O Virgo splendens
Stella splendens in monte
Mariam Matrem
Polorum Regina
Cunti simus
Laudemus Virginem
Splendes ceptigera
Los set gotxs
Imperayrirtz de la ciutat joyosa
Ad mortem festinamus

CORO DE CÁMARA “ALONSO LOBO”

Flautas de pico, aulos y cuerno:
Silvia Rodríguez Ariza
José Menéndez Galván

Percusión:
Francisco Manzanaro Landete

Sopranos:
Carmen Pilar Caruda de Juanas
María Luisa Ladrón de Guevara
Marta Martínez Racionero
Sofía Valero Serrano
Pilar Garrote Yunta

Contraltos:
María del Carmen Panadero Jiménez
Luz Angustias Caruda de Juanas
Leticia Prieto Ortiz

Tenores:
Rafael Ladrón de Guevara
Ángel Alonso Osma
Carlos García Terroba

Bajos:
Carlos Cerveró Santiago
Manuel Jarabo Bueno
José Miguel Iborra Pérez

DIRECTOR:
Luis Carlos Ortiz Izquierdo




jueves, 8 de mayo de 2014



HISTORIA SECRETA DE CASTILLA LA MANCHA.
LOS SUPUESTOS TEMPLARIOS DE CUENCA 
Miguel Romero Saiz



En un interesante reportaje para la Televisión Autonómica de Castilla la Mancha, Miguel Romero Saiz, Secretario del Instituto de Estudios Conquenses recoge el aspecto legendario que tiene la huella de los Templarios en Cuenca. Muchas de la inexactitudes de este  halo mitológico están hoy en entredicho por la moderna investigación. Por ello es un tema que interesa al IDEC y más después de que Michel Muñoz y Santiago Dávid Domínguez hayan demostrado como falsa  la atribución de las ruinas de la antigua Ermita de San Pantaléon a los caballeros del Temple. La parroquia en la que moraron fue la de San Esteban, hoy transformada en un edificio plenamente contemporáneo.  No obstante, folklore e imaginación popular son también aspectos antropológicos que no se pueden ignorar. Su leyenda es parte de la cultura conquense.  Este es el enfoque que queremos destacar en el reportaje (Texto introductorio de Michel Muñoz)







https://www.youtube.com/watch?v=B61mGrCnZ58