CANOGAR:
FRENTE A LA NATURALEZA
Maria Fraile Yunta.
Profesora de la UNED, Centro de Cuenca,
Historiadora del Arte.
“El silencio es la noche de la palabra” (Gaston
Bachelard), el intervalo en el cual circula el aire dibujando una forma libre
donde aflora la semilla de la memoria, el tiempo que asiste a la metamorfosis
que se resiste a desprender la flor de la raíz, pues la Traza es de la sangre dejada en el ruedo mezclada con la sombra del
gran cabrito al centellear sus ojos de furia incontrolada.
Para cruzar
el Pórtico ha de atravesarse el Cigarral e instalarse en la línea del Horizonte donde contemplar la
arquitectura invisible que sustenta el gesto innato al que lleva la expresión
de un subconsciente trufado de intensidad...: “La modernidad no es la novedad,
pues para ser realmente moderno hay que regresar al comienzo del comienzo (…)” (Octavio
Paz).
¿Y cuál es
el comienzo? “En la esencia de nuestra pintura informalista estaba la
intensidad de Goya, la pincelada de Velázquez (…)” Y además, “éramos
un grupo de acción”… (Rafael Canogar), pues el silencio es la noche de la
palabra que cede el paso a la acción pese a que ya no haya acción en el campo
de batalla del color, donde el ritmo ya no es el de un paso colectivo con afán
de subversión.
La materia
está viva y en ella se desata la furia creativa que conduce a la exploración de
los sentidos, de la emoción que produce en la conciencia bipolar el color liberado
de la cualidad descriptiva y henchido de nada más que de la luz que refleja el
pigmento sobre el Paisaje que divaga entre
la acción inconsciente y automática y la armonía implícita en la naturaleza.
Mondrian en
el Altar junto a Rotko, en Horizonte junto al monstruo, en Pompa junto a la corriente que arrastra
el tronco del Paisaje multicolor
donde las algas se mezclan con el cieno que chorrea la pócima del aquelarre
donde la alquimia se debate entre la razón y la expresión, la locura y la
cordura.
“Canogar ha
absorbido la aportación de Pollock, Still, Rotko a la manera española, es
decir, creando una pintura llena de resonancias a la naturaleza que es revelada
a través de una austera y jugosa dicción pictórica” (Manuel Conde) poblada de
horizontales y verticales que dotan a la expresión de una armonía enfrentada a
aquel color que tiñe una superficie plana sin referente empírico que asimilar y
-por ende- responsable de la existencia de una emoción pura.
“El silencio
es la noche de la palabra” (G. Bachelard), el intervalo en el cual circula el
aire dibujando una forma libre donde aflora la semilla de la memoria, pero
también el Estadio en el que
enmudecer frente al Altar ante el cual
la emoción divaga entre la acción incontrolada
y trascendida por la Fisura inherente
a la mente postrada frente a la naturaleza sublime.
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