EL
CASTILLO DE BELMONTE.
Michel
Muñoz García.
Arqueólogo Especialista en Restauración
Arquitectónica.
1. Origen.
Estando
en 1467 con el arzobispo Carrillo de Toledo y el almirante de Castilla Alonso
Enriquez en Almorox, D. Juan Pacheco les manifestó su deseo de ir hasta su
villa de Belmonte donde estaba realizando unas
grandiosas e imponente obras en su propio castillo residencia. El lugar era
antigua aldea de Chozas que ya aparece como Belmont entre los dominios del
infante D. Juan Manuel, y del que sabemos que construyó las primeras murallas
de las que tenemos noticia y el alcázar que se situaba encima de la Colegiata.
El 16 de mayo de 1398, Enrique III concedió la villa a Juan Fernández Pacheco,
lo cual no gustó nada sus habitantes que reclamaron ante el rey casi infructuosamente,
pues tuvieron el consuelo de que el nuevo señor guardaría los fueros y
privilegios de Belmonte, ni obligaría a ningún vecino a casarse sin su
consentimiento. Su nieto, D. Juan Pacheco fue Marqués de Villena en 1445 y
colocó al propio Belmonte como cabeza de sus dominios.
El Castillo de Belmonte según Francisco Javier Parcerisa, Recuerdos y Bellezas de España 1853 |
La
altura de su rango, - era Grande de España – obligaba a la ostentación y
también al mantenimiento de sus villas, por ello financia las obras de la
colegiata y la de las defensas murarias que en común acuerdo con el concejo se
repararon en 1456, cuando las obras del nuevo castillo ya habían comenzado. No
sabemos hasta que punto se restauran o completan los muros que mandó hacer el
infante, pero lo cierto es que esta muralla de mampo stería concertada, presenta
caracteres muy conservadores como sus cubos semicirculares, una torre albarrana
y lienzos en cremallera, reproduciendo de este modo la fisonomía de una muralla
del S. XIII. Ello contrasta con la tecnología más puntera empleada en barbacana
o barrera artillera envolvente que el Marqués dispuso como defensa de su nuevo
castillo. D. Juan Pacheco había comprobado el poder de la nueva arma, cuando en
1453 un todavía príncipe de Asturias – futuro Enrique IV – pidió al Duque de
Feria su bombarda para ayudar a su entonces amigo a poner sitio a su villa de
Bancarrota que se le había sublevado.
Alzados exterior e interior según el arquitecto restaurador D. Juan de Dios de la Hoz Martínez. |
2. El Promotor
Nació
en la misma Belmonte en 1420 siendo su padre D. Alfonso Tellez Girón, siendo
incorporado muy joven a la corte de Juan II donde llamó la atención del valido
Álvaro de Luna y se convirtió en paje del príncipe de Asturias el futuro
Enrique IV. Sus cualidades no pasaron
desapercibidas desde el primer momento, pues en el manuscrito del Escorial se
escribe que “en la edad de mozo tuvo
prudencia y seso y autoridad de viejo”, además de “caudal de entendimiento, prudencia, consejo solicitud, sufrimiento y
lealtad” según la Cronica de Palencia. Su buen parecido físico y fama de
seductor también le sirvieron para conseguir la influencia del heredero,
transformándose en mediador dentro los conflictos que enfrentaron a este y al
su padre el rey. Ello le valió el título de Marqués de Villena en 1445 tras la
primera batalla de Olmedo. Su primer matrimonio con Dña. Juana de Luna se
celebró por presiones de D. Alvaro y consiguió que se anulase, casándose en
1442 con Dña. María de Portocarrero, hija del Almirante de Castilla Alonso
Tellez, en lo que parece una unión muy
bien avenida; de hecho el castillo de Belmonte parece consagrarla al disponer
los escudos de ambos por todo el edificio.
Barrera artillera del Castillo de Belmonte con la dirección de tiro de sus bocas de fuego, obsérvese como algunas dispararían directamente sobre sus propios muros.
1. Torre del Homenaje con borje.
2. Patio.
3. Sala del “Solio del Marqués”.
4. Sala de banquetes o mal llamada “del Gobierno”.
5. Escalera neogótica.
6. Barbacana o barrera artillera.
7. Cubos artilleros.
8. Liza.
9. Puerta de los Peregrinos.
10. Muralla de la villa de Belmonte.
11. Puerta de la Beltraneja.
12. Puerta del Campo.
La
amistad del príncipe se tornó en rivalidad cuando Enrique fue coronado en 1454.
Este prefirió de favorito a D. Beltrán de la Cueva originando una larga
historia de confrontaciones con el amigo de su infancia, de las cuales, la más
célebre fue la denominada “Farsa de Ávila”, que aunque fracasó en su intento de
coronar la infante Alfonso como monarca de Castilla, si le valió a D. Juan el
maestrazgo de Santiago. Además había conseguido que su sobrino Rodrigo Tellez
Girón fuera nombrado maestre de la orden de Calatrava, y como tutor del mismo
el Marqués de Villena consiguió controlar las dos organizaciones de monjes
guerreros más importantes de la península ibérica. Aunque abdicó en su hijo D.
Diego López Pachecho como Marqués de Villena, ya que ascendía a maestre
santiaguista, fue nombrado Duque de Escalona en 1472, acaparando también las
posesiones de su antiguo enemigo D. Álvaro de Luna. Fue el cenit de su poder
pues moriría dos años después.
3. Autoría
La
fortaleza belmonteña ha sido atribuida a Juan Guas por sus matacanes de arcos
ciegos en las torres semejante a las del castillo de Manzanares del Real,
además de que este maestro también
trabajó para el Marqués de Villena en el monasterio segoviano de El Parral y
que también sirvió como panteón para su huesos. No obstante, también cabe la
posibilidad de que fuera obra de Hanequin de Bruselas que construyo la
colegiata de esta localidad también por mecenazgo de D. Juan, y además algunas tallas de madera en la sala
ochavada del castillo están muy próximas a su arte,
Individualización de elementos arquitectónicos en la barrera artillera de Belmonte.
4. Edificio.
Levantado
sobre el cerro de San Cristóbal, el edificio consta de un núcleo principal en
torno a un patio, la barbacana citada y el foso seco, articulándose en una
planta atípica en torno a un pentágono, donde se disponen dos cuerpos de edificación con
doble galería que se sitúan en los vértices de la figura, estando la torre de
homenaje en lado contrario. No obstante, esto forma también parte de un eje
vertical que va desde la puerta de del campo en la barrera, atravesaría el
vértice del polígono y moriría en la popularmente conocida puerta de la
Beltraneja, que da al interior de la villa de Belmonte. Estas dos puertas eran
las dos únicas que tenía la fortaleza ya que la puerta-torre de los Peregrinos
es producto de las restauraciones del S. XIX. La torre de homenaje con esquinas
en chaflán dispone de un borje semicircular adosado, que la protege de impactos
directos de proyectiles, y además es destacable como la barbacana servía para
defenderse tanto de un enemigo exterior como interior.
Tronera de palo y orbe de la barrera de Belmonte |
En el cuerpo principal se disponen torres de
planta circular que marcan las esquinas, condicionando la planta envolvente de
la barrera que aseguraba el flanqueo junto a los cubos de las entradas. La liza
– el espacio entre la barrera y el recinto principal – se abría a las cámaras
de tiro - nichos donde se alojaban las
bocas de fuego – que eran poco numerosas si las comparamos con castillos
construidos en el último cuarto del S. XV como los de San Felices de los
Gallegos o Manzanares de El Real; a su
vez tenemos que destacar el torpe diseño con el que se dispusieron algunas
troneras de palo y cruz, desde las cuales, los disparos efectuadas podría afectar a la
muralla de la villa u otro cubo de la barrera. Todo ello es signo del estadio
temprano en que se encontraba la tecnología artillera y la poliorcética que de
ella se deriva.
5. La Barrera Artillera.
Si
bien el conocimiento de la ingeniería pirobalística aplicada a los castillos es
notablemente conocida en el reinado de los Reyes Católicos, los orígenes todavía
no han sido suficientemente investigados. Diego López de Zuñiga es con toda
probabilidad el promotor de la alta barbacana conformada en 1457 para el
castillo de Miranda del Castañar, la cual apareja altos lienzos, cubos redondos y troneras circulares mal
enfiladas que no hubieran soportado un ataque con bombardas bien emplazadas.
Por ello, la barrera de Belmonte supone un salto cualitativo, no sólo por
ensayar por primera vez el flanqueo mediante retranqueo cubierto, sino también
por el diseño de sus lienzos de baja altura que se convierten en alta al cavar
un foso a su pies; un enemigo que llegase
al pie del mismo quedaba a tiro directo
y rasante de los falconetes y ribadoquines – piezas ligeras de fuego - que se albergaban tras las troneras de la
fortaleza. Si el atacante estaba provisto de bocas de fuego podría ver como la
escarpa y el alambor en talud hacía que los proyectiles lanzados resbalaban por
el plano inclinado de este último y caían al foso para que los defensores
pudieran reaprovecharlos. Este sistema sería desarrollado en toda regla un
tiempo después en el castillo real de la Mota en Medina del Campo, y por tanto,
sería un antecedente - sino el más importante – del gran desarrollo poliorcético que protagonizaron “ingenieros”
como Pedro de Navarro o Francisco de Ramírez ya durante el reinado de Isabel y
Fernando.
6. La Zona Residencial.
Al
área principal se accede mediante un arco mixtilíneo gótico con tímpano en el
que una escultura de un doncel con escudos de armas, ya nos llama la atención
sobre los propietarios y su condición. En el Patio se ve un pozo rodeado de
pilares helicoidales sin rematar que sugieren, junto algunas torres inacabadas,
que el castillo a pesar terminarse en su mayor parte no completó totalmente su proyecto.
El
interior es la parte que más remodelaciones sufrió, dada la campaña de
restauración decimonónica promovida por la Condesa de Tebar y Emperatriz de
Francia Eugenia de Montijo y su conversión en Academia Nacional de Rurales
“Onesimo Redondo” tras la guerra civil española de 1936. Las primeras obras modificaron las fachadas de ladrillo que se ve
en el interior del patio de armas, recubrieron buena parte de los tabiques
interiores, añadieron algunos artesonados y e hicieron la notable escalera de
subida neogótica. La distribución interior y toda su decoración iconográfica
apenas fue modificada, lo cual, constituye un testimonio único para acercarnos
a la mentalidad y modo de vida de la facción de Grandes como los Zúñiga o los
propios Pacheco, interesados en una monarquía débil a la que roer prebendas y
beneficios a mayor honra de su linaje particular.
En
el ala norte observamos como todas las estancias están comunicadas por puertas
decoradas con celosías góticas hispano flamencas totalmente alienadas, de
manera que es perceptible la ultima desde la primera, y es también precedente
de la distribución de interiores en la arquitectura palaciega barroca. Se
observa una preocupación por las necesidades más inmediatas al disponer un
pasillo que conduce a una letrina doble, a la vez que una de las chimeneas con
motivos heráldicos revela aspectos del edificio y sus dueños. Concretamente dos
escudos, uno de D. Juan Pacheco y otro su esposa Dña. María de Portocarrero
bajo una cruz griega de Santiago, hecho que nos indica que por lo menos esta
parte del edificio no debió finalizarse hasta 1468, año en que el ascendido
Marqués de Villena a maestre de la orden tiene que abdicar en su hijo D. Diego
López de Pacheco, que no desaprovechara ocasión para poner su escudo también en
esta fortaleza.
Artesonado ochavado de la Sala del Solio |
Mientras
en el ala norte se distinguen dos plantas útiles, la sur queda reducida una al
disponerse allí mismo las salas más representativas del mismo. Concretamente
una sala rectangular, que comunica con otra cuadrangular rematada en una
armadura ochavada, ha sido interpretada erróneamente como capilla basándose en
el ciclo de San Jorge que decora su
arrocabe. Ahora bien, el tema del santo caballero matador del dragón no deja de
ser un motivo laico que tiene que ver más con la ideología y modos
caballerescos de la nobleza bajomedieval que con supuestos ciclos estrictamente
litúrgicos.
Por
otro lado, la existencia de cortejadores – ventanales que se perforan en los
muros de los castillos con banquetas laterales – presuponen momento de reposo
que se contraponen a la atención y respeto que supone la misa o la oración
privada. Además los profusos bajorrelieves de estos una riqueza excepcional de motivos
simbólicos que nos acercan aún más al propio linaje de los Pacheco; El situado
más en el lado sur presenta, presenta dos pajes enfrentados, de nuevo uno con
el escudo de D. Juan y otro con el de Dña. María, y el primero además sostenido
por otro dragón, es decir consagra la fortaleza de la familia noble al ser
vencedora de la bestia más peligrosa de la mitología medieval. Además también
se percibe otra consagración aunque esta vez de tipo sacra, pues a su lado está
San Francisco recibiendo los estigmas en clara analogía también con la dinastía
de los Pacheco que recibe la gracia divina de este modo. También se aprecia el
lema de la casa de Villena en una cartela que dice UNA SIN PAR, sobre la que se
ve el ave phenix renaciendo de sus cenizas, otra analogía que indica la
ambición de D. Juan por crear un linaje único sin rival nacido prácticamente de
los favores que cosechó en las cortes del Juan II y Enrique IV.
Lateral de uno de los cortejadores de la Sala del Solio del Marqués. |
Pero
junto a esta sala de planta cuadrangular, se encuentra otra rectangular
recubierta de otro artesonado de limas moamares muy restaurado. Esta
disposición es idéntica a la que presenta la sala de la Galera y la sala del
Solio en el Alcázar Real de Segovia, las cuales se interpretan como la estancia
de recepción real - reducida en espacio pues los despachos del monarca medieval
se hacían en presencia de pocos allegados- , estando destinada la mayor para
banquetes u otros ceremoniales que implicaban mayor personal. Las semejanzas
son evidentes si comparamos las plantas de los dos edificios, lo cual nos lleva
a suponer que la habitación cubierta por armadura ochavada en la localidad
conquense es en realidad “la sala del Solio del Marques”. Mientras la de
Belmonte se integra en el edificio desde su concepción, la que presenta el castillo segoviano se
deriva de adaptar las restricciones de su planta a la tradicional qubba andalusí y cristiana, es decir, el
mismo salón de representación real que frecuentemente se situaba en el interior
de una torre cuadrada. Citemos las del alcázar de Guadalajara o la del palacio
de la Montería en el de Sevilla por poner ejemplos solo relacionados con
Alfonso XI, existiendo también similares correspondientes a magnates
nobiliarios como la del castillo de los Velasco en Medina de Pomar que se
construyó hacia 1370.
7. Conclusión.
Es
curioso constatar que la aludida sala del Solio del alcázar de Segovia la manda
realizar Enrique IV en 1456, cuando se estaba alzando también el propio
castillo de Belmonte, lo que nos lleva a concluir que también su construcción
es un testimonio material de la competencia entre el monarca y el marqués de
Villena. El llamado dormitorio del marqués en la segunda planta se cubre con
otra armadura de lazo mixto, mucho menos lujosa que la alcoba real de Segovia.
Ahora bien, la ostentación que manifiesta Belmonte va mucho más allá pues del
deseo poseer residencias más ricas que las del monarca, pues la
ambición desafiante de D. Juan Pacheco le llevo incluso a usurpar el protocolo
real que se manifiesta en la arquitectura de la misma fortaleza de Belmonte: tipológicamente
constituye un verdadero castillo real al que solo le falta el rey.
Los Estigmas de San Francisco en uno de los cortejadores de la Sala del Solio del Marqués. |
En
la actualidad, el edificio ha terminado su proceso de restauración, que ha sido
promovida por su dueño actual, el Conde de Peñaranda, la Junta de Castilla-la
Mancha, y el Ayuntamiento de Belmonte. Se han musealizado sus salas con dos
ambientes temáticos centrados en la baja edad media y el S. XIX. Ha estado a
cargo del arquitecto alcalaino D. Juan de Dios.
Charlton Heston caracterizado como Rodrigo Díaz |
8. Epílogo: El Castillo de
Belmonte y el Cine en el S. XX.
La
creatividad de los cineastas se ha visto en muchas ocasiones inspirada por el
patrimonio castellológico español, destacando la interesante recreación en
decorados que se hizo de las murallas de Toledo para la cinta española “La
Leona de Castilla” de Juan de Orduña; además son celebres las tomas de
“Campanadas a Media Noche” de Orson Welles y “Orgullo y Pasión” de Stanley
Krammer sobre las murallas de Ávila, o las menos conocidas de “Los Cien
Caballeros” de Vittorio Cottafavi sobre las fortalezas de Pedraza y Coca. Pero
ninguna como la de Belmonte cuya apariciones en la pantalla lo han convertido
en el ícono de los castillo españoles, desde que en 1961 Samuel Broston y
Anthony Mann lo escogieran para diversas escenas de la superproducción “El
Cid”; concretamente el sitio de Zamora y
uno de los momentos más espectaculares, la justa por la ciudad de Calahorra
entre los campeones de Castilla y Navarra.
Posteriores
producciones de aventuras más o menos melodramáticas fueron la película
hispano-italiana de Miguel Iglesias “Las hijas de Cid” que seguía la estela de
éxito de la película anterior, “La Espada Negra” de Carlos Blanco que se
centraba en los amores juveniles de Fernando e Isabel los futuros Reyes
Católicos, o la serie de Televisión Española “Requiem por Granada”. También es
interesante reseñar el rodaje de “Los Señores del Acero” de 1984, en el cual,
se dispuso la ambientación de sus estancias interiores que más se acercaba a su
época de fundación. Sin embargo, las autoridades competentes dieron rienda
suelta para que su director Paul Verhoven hiciera y deshiciera el edificio a su
antojo, llegando incluso a permitir un incendio real supuestamente controlado
que es el que se ve en las tomas finales; aun así lo más irónico, es que la
administración prescribió un control arqueológico a cargo de Dña. Yasmina
Alvárez, cuya función era documentar todas los elementos que se veían afectados
por este uso tan poco ortodoxo del monumento.
Fotograma de la serie Requiem por Granada con Isabel la Católica interpretada por la actriz alemana Marita Marschall. La muralla de Belmonte al fondo. |
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